El proyecto trata de organizar el pequeño jardín de esta vivienda adosada. Con apenas 50 m2 útiles, el espacio exterior tiene que salvar un desnivel de un metro, ocultarse de las miradas indiscretas de los vecinos y generar privacidad a la hora de acceder a la vivienda.
Para ello se plantea un estanque, que a modo de charnela organiza dos espacios de categorías distintas. Manteniendo un orden claro, limpio y sin estridencias.
Se opta por el mármol travertino basto sin pulir y de coquera abierta. Un material con alma y duradero. Que además contrasta con el hormigón fratasado, su alter ego en los frentes del estanque y cascada. La idea es fomentar ese cambio de atmosfera mediante la alternación de los materiales. En la entrada, tenemos una imagen de agua calmada que discurre por el dado de travertino, una imagen de paz y orden.
Por el contrario en la zona de esparcimiento, el estanque se torna cascada. Generando un ambiente más fresco, roto por el sonido del agua al caer.
La vegetación se distribuye manteniendo el mismo concepto de ambivalencia, por ello hacemos uso del rosal paisajista el limonero y el mirto recortado a modo de seto para la zona de entrada. Esta imagen rígida de jardín ornamental, se desdibuja mediante elementos de monte, laurel y carrasca que funcionan como transición para terminar con dos madroños ejemplares. Bajo ellos planteamos una masa de lentisco que a modo de recorte del monte se implanta sobre la tarima de ipe.
Este jardín contiene:
Myrtus comunis, Arbutus unedo, lauris nobilis, Citrus sinensis, Viburnum lucidum, Pistacia lentiscus, Phoenix Reoebelenii, Rosa spp.
Proyecto realizado junto con Viveros Ferpas.
Fotografía: David Jiménez.