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Hoy vamos a hablar de las cicatrices del paisaje, pero no de las que se intentan ocultar, sino aquellas que hacen -si cabe- más interesante un lugar, una persona o un momento.

Trabajar el paisaje, trabajarlo bien, es algo complejo y de extrema sensibilidad. Hoy os traigo una recopilación de imágenes donde el paisaje se recorre con prudencia y emoción. Caminos tan efímeros que los desvirtúa una siega o lo altera el paso de un animal. Bosques húmedos, playas, prados secos; espacios sensibles que piden ser preservados y a la vez descubiertos.

El camino, por tanto, se diseña con la finalidad de proteger el entorno y darlo a conocer. La huella que deja en el territorio es tan voluble y a la vez precisa que sobrecoge entender que estás paseando por algo que es y no, camino. Una ambivalencia que nos hace comprender que no solo transcurrimos por un paisaje protegido, sino que formamos parte de él.

¿Y a vosotros, qué os parecen?

Prados secos mecidos por el viento.
Jimena adentrándose en el bosque. Foto: Pati Gagarin
Fotos: Clive Nichols 

Podéis ver más ejemplos de caminos de jardín en mi muro de Pinterest y como no, os animo a seguirme en twitter, facebook y google+

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